Ruth
Tiempo planteando y pensando que escribir, el como decirlo y las palabras exactas para hacerlo. Al final solo lo dejaré salir como lo viví, como lo sentí y como lo vi desde mi perspectiva. Por el hecho de ser quien eres y lo que significas, para ti.
Hago memoria para
poder recordar esos días, aquellos días de hace más de diez años. Todo se dio
para poder coincidir, el no conseguir trabajo, el irme a trabajar con mi tío
Ángel al mercado de la Morelos, en aquel puesto de frutas. En aquella calle.
Recuerdo que al llegar
esos primeros días conocía a muy poca gente, fue salir de mi mundo y entrar a
uno totalmente distinto, lleno de todo, literal, lleno de TODO. Fue empezar a
relacionarme, a volver a hablar y dejar de encerrarme en mi burbuja. Tengo que
mencionar algo que sucedió antes como contexto para poder recordar como se fue
dando todo. Anteriormente yo había tenido una relación con alguien mayor que
yo, que al final, me acabo dejando por alguien aún menor que yo. Estaba dolido,
había llorado demasiado y me preguntaba por qué, había generado un odio hacia
las mujeres y había tomado la decisión de quedarme siempre solo, no quería a
nadie cerca de mí. Tenía esa idea bien arraigada en mí y la llevé al pie de la
letra, no fue hasta una mañana en la que conocí a Karina, sobrina de Ricardo
“el güero” y de Rosario. Movió algo que estaba enterrado, me gusto, sí. Fue
volver a sentirme nervioso, a querer hablar con ella y querer estar ahí. Iba de
vez en cuando y solo en una ocasión pude salir a caminar con ella a dejar un
mandado, mi tío lo había visto y me estaba ayudando. Solo que ella tenía otros
pensamientos, era nueva en la ciudad y quería divertirse, al menos nunca la vi
como que quisiera algo formal. Y así como llegó, así la vi cierto domingo con
alguien más. Fue ese impulso que necesito mi corazón para volver a sentir, esas
mariposas en el estómago estaban ahí, una vez más.
Y sin planearlo, sin
que tuviera la más remota idea de lo que la vida me tenía preparado, apareciste
tu una mañana. Conocía bien a todos las personas que llegaban a trabajar en la
zapatería, siempre llegaban nuevos y cada vez que uno nuevo aparecía, tenían
que hablarnos a los que trabajábamos ahí por su patrona, la señora. Al día de
hoy no me acuerdo de su nombre, pero era la dueña de esa zapatería y de dos
puestos más, al menos por lo que yo sabía. Total, que sus trabajadores iban con
nosotros a comprar su mandado, verdura con el güero y fruta con mi tío. Yo le
hablaba bien a la señora y a la mayoría de sus trabajadores, había que quedar bien
con la señora, eso siempre me lo enseño mi tío. Uno no sabía cuándo iba a
necesitar algún favor y ella tenía los medios para hacerlos.
Y llegaste una mañana,
recuerdo o quiero pensar que fue un lunes. Ese día llevabas unos pescadores,
una blusa morada y tu chamarra negra, ibas con el cabello suelto tapándote
medio rostro. Y siempre te lo dije y lo sabes, lo primero que me llamo la
atención de tu fueron tus chamorros, como se te marcaban por tus pantalones.
Ese fue mi primera vista de ti, ahí al pararte en frente del negocio junto con
los otros trabajadores sabía que eras nueva trabajando ahí.
Pasaron los días y te
seguía viendo llegar ahí, hasta que llegó el día que la señora tenía que surtir
su mandado, nos pidió varias cosas y se las fui a dejar a su negocio, estabas
tu y te entregue todas las bolsas, recuerdo que estabas acomodando unos zapatos
dentro de la marquesina de vidrio donde se ponían para venderse, estabas llena
de polvo y tenías tus manos mojadas por el trapo que tenías, no estaba la señora
así que te di su mandado a ti, entre tanta bolsa no pudiste acomodar todo en
tus manos y te ayude a llevarlas. Fue la primera vez que te hable, aún sin
conocer tu nombre. Recuerdo que fueron algo de bolsas y solo sonreíste por que
no podías con todas. Fue mi primer acercamiento contigo.
El segundo que tengo
en mi mente fue cierto mañana en la que fuiste a cambiar un billete, tenía que
cambiarlo por que era para la señora, ¿O no?, llegaste con el billete en tu
mano y al momento te di todo el cambio que tenía. Mi tío me quedaba viendo cada
que lo hacía. Volvías a ir y otra vez te cambiaba, aunque me quedara sin nada.
Ángel solo me decía “Cabrón, nos vamos a quedar sin cambio y ¿qué vamos a
hacer?” Yo solo me reía y seguí cambiando tus billetes. Fue en una de esas
ocasiones que te pregunté tu nombre y me dijiste “Ruth”, no volví a olvidar tu
nombre. Cada mañana que llegabas a pararte frente a la zapatería inventaba
cualquier excusa para ir y poder saludarte, darte los buenos días y verte ahí.
Casi todas las mañanas era lo mismo, esperar a las 8:45 am, que era en la que
miraba hacía la calle y que vendrías caminando, ya te ubicaba cuando llegabas,
procuré siempre apurarme para estar libre a esa hora e irte a saludar, empecé a
platicar algunos minutos contigo. De cosas tan simples que al día de hoy no me
acuerdo que eran, quisiera recordar de que fueron esas pláticas, si quisiera
recordar.
Hubo días en los que
no llegabas y preguntaba con tus compañeros sino ibas a trabajar, ahí supe que
rolaban turnos o que te habías ido a tu casa. Fue como empecé a saber de ti,
que vivías con tu tía, que no eras de aquí, vivías en Puebla o algo así. Hasta
una mañana en la que fuiste y por azares del destino, me fui a platicar contigo
en frente de la zapatería, seguiste la plática y la señora abrió tarde, nos
quedamos un buen rato platicando, te hacía reír con lo que te decía. Y vaya que,
si te reías fuerte, al día de hoy me sigue espantando tu risa y lo sabes.
Sin más, escribí una
carta para ti, tú me gustabas, pero supe tu edad, en ese entonces tenías 16
años, era imposible que alguien como tu estuviera con alguien como yo, solo
hice esa carta para decirte algo, tal vez haya sido raro o cursi, pero fue la
única forma en la que se me ocurrió acercarme un poco más. Era difícil saber
que pensabas, siempre estabas callada y con tu fleco en tu rostro, no pude ver
tu cara completa hasta mucho tiempo después. Y me respondiste esa carta, la
tuve que leer ahí mismo porque nadie me había escrito en muchos años, esperé a
que te fueras y la leí. Me dijiste que te irías a tu casa de nuevo, que solo
estabas ahí por un breve tiempo y te irías, que no querías hacer amigos para
que no te doliera la despedida, y si, te despediste de mí. No supe que pensar
en ese momento, hoy que trato de recordar creo que sentí un hueco dentro de mí,
alguien con quien había hablado mucho tiempo y me empezaba a gustar se iría. Si
te soy honesto, escribí una carta más creo y me despedí de ti, pensando que no
te volvería a ver más. Fue un viernes eso, pasó el fin de semana y no volviste
ya. Ya no me hacía ilusiones y sin más, sin esperarte el lunes, estabas ahí. Al
verte te hice señas, hoy que recuerdo siempre hablamos con esas desde lejos,
fue nuestra forma de hablar por un largo tiempo. Un largo tiempo. No pude ir a
hablar contigo al momento, pero te vi de nuevo ahí. Fue como un vuelco al
corazón, estabas ahí otra vez. Otra vez.
Espere tiempo e
invente una excusa para acercarme ya que no había nada que hacer y te vi ahí
solamente, te pregunté que paso y me dijiste algo rápido, que habías hablado
con tus papas y te habían dado permiso otro poco de tiempo, solo un poco más.
Los minutos en las mañanas se hicieron más, las pláticas por las tardes, la
señora te dejaba a cargo de la zapatería y luego del local de al lado y me iba
a hablar contigo un poco más. Fue como supe de ti, que descansabas los jueves,
creo recordar o los martes, pero trabajarías toda la semana ya. Yo ya iba toda
la semana, así que mejor para mí. Más días para poder verte y hablar. Todos nos
quedaban viendo raro, por que ahí varios querían contigo y yo seguí platicando
contigo, las platicas se hicieron demasiadas, empecé a escribirte cartas de
nuevo y me las regresabas, tuve tu número de teléfono y empecé a mandarte
mensajes cada que no iba o tu descansabas. Le metía saldo a mi celular solo por
eso, era difícil estar sin ti. A partir de este momento mi tío ya sabía que me
gustabas, solo me dijo una ocasión “Te gusta, verdad, la niña de la zapatería”,
yo solo le sonreía. Hasta Rubén me aconsejaba “Vas mi Jos, ya llegó, has como
que tiras la basura y vete a saludarla, llévale una manzanita, unas uvas, llévale
algo, anda Jos”. Fue como empezó nuestra historia, ya todos decían que éramos
algo más, solo que hasta ese momento no te había dicho algo, no fue hasta
cierta tarde en la que estabas acomodando zapatos que me acerque a platicar,
aproveche que la señora no estaba y me metí ahí contigo, me acerque a ti y te
di un beso. Fue corto, sí. Solo me sonreíste y seguimos platicando. En esa
ocasión Rubén nos vio, al llegar con el me dijo “Ya te vi Jos, estabas bien
amachinado con Ruth, eh”. Solo me reí con él y lo abracé. Me ayudó con tanto en
nuestra relación, le pedía irte a dejar una carta, o ver que estabas haciendo,
si estaba la señora sino para poder acercarme y darte algo, buscaba la mejor
fruta y te la iba a dejar, le daba un mensaje y te lo decía tal cual, fue
nuestro cupido en esos días. Fue quien me aconsejo tanto en como hablar
contigo, en que decirte, en los problemas que teníamos, en que darte y por
último en como decirte que fueras mi novia. Ah que Rubén, ah que Rubén.
¿Recuerdas?, no fue
hasta un martes que descansaste que te pedí que saliéramos a caminar o a algún
lado, ese día le pedí permiso a mi tío para no trabajar y nos vimos en un lado,
ese día descansaste y le dijiste a tu tía que irías a trabajar como todos los
días. Y sin más, nos fuimos a caminar. Recuerdo que ese día me dijiste que a
ciertos lugares no podíamos, por que podría pasar tu tía y era mejor no
toparnos con ella. Así que fuimos a otro parque mas lejos. Creo que en esa
ocasión no comimos nada y solo platicamos de más cosas, y si, pasó. Te dije lo
que sentía, medio brusco, medio atarantado y te pedí que fueras mi novia. Me
dijiste que si y ahí nos besamos de nuevo. Nos fuimos a sentar a un costado del
parque, que dicho sea de paso estaba todo solo de personas, pero no de gente
que vivía en la calle y que se quedaban a dormir ahí. Olía feo y aún así nos
quedamos sentados ahí, te acostaste en la banca y te veía así, me acerqué y te besé
de nuevo. Tengo una frase que dijiste en ese entonces: “Me siento como en el
cielo”.
Era la hora de
regresar y nos fuimos a la zapatería, según tu horario de salida y para que no
sospechara nada tu tía. Te encaminé hacía la casa de ella y me despedí de ti,
todos en los puestos nos vieron llegar juntos, si ya sospechaban eso se los
confirmo. Solo le dije a Rubén y a mi tío. A partir de ahí comenzamos a andar. A partir de estos días pasó algo más, te pedí en su momento que si podrías alzar tu cabello, para poder ver tu rostro completo. No querías y solo tu sabías por qué, solo hasta cierta mañana, esa mañana en la que llegaste con tu cabello recogido y no podía creer como te veías así, fue como conocer una nueva tu, no estuve preparado para verte así. Al día de hoy nunca te he preguntado por que lo hiciste, por que llegaste esa mañana peinada distinta, pero agradecí ese gesto ese día y los días siguientes que te peinaste así, que podía ver tu rostro y tu sonrisa cuando lo hacías.
Te llevaba algo de
comer, alguna fruta o lo que fuera, te apartaba cada mañana lo mejor y lo
escondía para que mi tío no lo viera, así cuando se fuera o se distrajera, le
diría a Rubén que te lo fuera a dejar, así no dejaba el puesto y nadie veía que
te daba cosas así. No se que hubiera dicho Ángel si se hubiera enterado que lo
hacía todos los días, supongo que lo sospecho, pero nunca me dijo nada. Poco a
poco comencé a saber de ti, por que empezaste a confiar en mí, supe de tu
familia, de por que habías venido a la capital a trabajar. Y así llegó un día,
te mandaron al otro puesto de la señora dentro del mercado. Ya no podía ver
cuando llegabas, así que tuve que recurrir a los mandados lejos, con tal de
verte. Iba a dejar las bolsas con fruta o iba a “preguntar” sino querían fresa
o fruta, y aprovechaba para irte a saludar, con cuidado que tu tía no
apareciera y te dijera algo. Te veía desde la esquina como llegabas y me
regresaba a trabajar, cuando mi tío se regresaba a su casa, dejaba a Rubén para
irte a ver y dejarte algo que comieras o lo mandaba a él, en caso que mi tío
decidiera quedarse más tiempo. Recuerdo que, en esos días de estar separados,
yo me quedaba más tiempo en el puesto, casi las 6 de la tarde, según para
“vender” más, pero no, fue para hacer tiempo y esperar a que salieras tú,
poderte encaminar hacía la casa de tu tía. Al principio te esperaba a que
terminaras de acomodar y recoger todo. Era solo que te acompañaba, me despedía
y salías corriendo. Después te empecé a ayudar a recoger y entre los dos
terminábamos rápido, hasta aprendí como recoger más rápido y después de algunos
días, sí que acomodábamos lo más pronto todo y podíamos estar un poco más de
tiempo solos en el parque, antes que te fueras corriendo y yo regresara
corriendo por toda la calzada. En esos días llegaba casi a las 11 a la casa de
mis abuelos. Era diario llegar a esa hora, por que te iba a dejar y tenía que
regresar de la Morelos a Iztapalapa, con todo y el dinero de las ventas. Fueron
muchas noches corriendo de regreso, hasta que a tu tía le llego el rumor y nos
prohibió andar, esa tarde me alcanzó y me dijo que me alejara de ti, que eras
menor de edad y que sino quería problemas legales que te dejara en paz. Yo dije
que si y aun así te iba a buscar, veía de lejos que venía tu tía y me
escondía, tu estabas siempre al pendiente que llegara ella. Creo pensar y
recordar que hasta las personas que vendían cerca nos ayudaron, “Ahí viene tu
tía”, “Apúrate para que te vayas rápido con él”, fue algo de ayuda para esos
días. ¿Qué recuerdos, ¿no? Y eso que faltan como los viste tú, creo que se me
están pasando muchas cosas por alto, pero trato de detallar como pasó todo así.
Recuerdo que previo a
todo esto, fue mi cumpleaños y ese día no fui a trabajar, pero me mandaste un
mensaje y creo que hasta hablamos por teléfono. Me marcaste y me dijiste que
tenías algo para mí. Al día siguiente me diste una carta, un peluche pequeño y
un cuadro pequeño de vidrio, sabías que no me gustaban mis cumpleaños y aún así
me diste algo así. No supe como reaccionar o que decir, nadie que no fuera mi
familia me había regalado algo a mí y solo te agradecí por lo que me habías
dado, aún cuando yo sabía que no ganabas mucho, entre que meterle saldo, entre
tus comidas y ahora habías comprado cosas para mí. Fue ver ese gesto y
enamorarme de ti. Tengo recuerdo de un día que había ido tu papa y tus hermanos
con tu tía y te fueron a visitar al puesto, en esa ocasión vi a tus hermanos
muy pequeños y solo de vista a tu papá. Me quedé lejos y los vi ahí contigo.
Hasta una mañana que
todo cambió.
Creo que para ese
entonces cumplíamos cuatro meses, fue en diciembre, creo recordar que el 18 o
19 de diciembre. Un día previo me la pase toda la tarde escribiendo notas en un
pequeño bloc, te iba a poner tantas notitas en el local donde estabas, había
pedido permiso a la señora, le dije a Sharon que si me podía ayudar a poner
todas, que eran muchas y no sabía si podía hacerlo solo, le avise al hijo de la
señora y todos me dijeron que sí, que me abrirían la cortina y que pusiera todo
dentro, hasta un perro de peluche bien grande que te había comprado, esa tarde
fui a Aurrera con mi mamá a comprarlo, no sabía que darte así que estaba ahí,
ese perrote y ese fue el que te regale en ese día. Le avise a mi tío y me dijo
que me fuera a acomodar todo para ti, había llegado Sharon y el hijo de la
señora llego algo tarde, me abrió la cortina y me apure en dejar al perro entre
la ropa y poner todas las notas en diferentes lugares, ahí ella me ayudó y
acabamos antes de que pudieras llegar. El hijo de la señora me ayudo a cerrar
de nuevo la cortina y puso todos los candados para que no sospecharas tú, deje
un post-it pegado afuera de la cortina, era un amarillo creo diciéndote que te
tenía una sorpresa. Les di las gracias a ambos y me fui a la esquina, me metí
entre los puestos y esperé por que llegaras. No tardo mucho tiempo para que
aparecieras por esa calle. Te vi llegar y no sospechaste nada, vi desde lejos
que el hijo de la señora te iba a ayudar a subir la cortina, quitaste los
candados y el te hizo señas que vieras al post-it que deje pegado fuera de la
cortina a propósito, no vi tu reacción, solo pude ver todo de lejos. Pero al
momento de levantar la cortina y vieras todo lo que había pegado para ti, cada
uno con un mensaje diferente, no pude ver tu rostro de frente, al día de hoy no
te he preguntado que pensaste o que sentiste, vi que empezaste a leer cada nota
y me fui, creo que no me viste y solo regrese con mi tío a vender. No supe a
ciencia a cierta que pasó después, me enteré por Rubén que lo mandé a verte y
dejarte algo más de fruta que habías quitado todo, hasta donde entendí tu tía
llegó y empezó a leer todo, supo que eran para ti por que había escrito tu
nombre, por más que el hijo de la señora y su hija misma le dijeron que era
para ella, no eran para ti. Supe por ti que habías quitado todo y estabas
triste, por que tu tía solo te dijo que terminaras el día y te iba a mandar con
tus papas. Fue un teléfono descompuesto por que yo no supe que paso hasta ese
momento todo, Rubén solo me dijo algo, pero no supe todo aún. Esperé a que mi
tío se fuera y me fui a hablar contigo, así podía saber que pasó o que te
habían dicho, y lo que escribí fue lo que me dijiste, que te irías de regreso y
que tu tía hablaría con tus papás, de la relación que tenías conmigo, que yo era
mayor que tú, que eras menor, quien era yo y todo. Me dijiste que la nieta de
la señora empezó a leer tus notas y fue ella quien volvió a pegarlas una que
otra en el estante de vidrio, se le hizo un lindo detalle y no podrían echarlo
a perder namas por que sí. Regresé al final después de dejar el puesto
desarmado y despedirme de Rubén, el solo me dijo que tomara las cosas con calma
y que iba a pasar lo que tenía que pasar. Llegué a donde estabas y estabas un
poco mejor, al menos no tan mal como te había visto en la tarde. Te ayudé a
acomodar todo de nuevo, tomaste las notas y el perro de peluche, los metiste a
una bolsa negra y te despediste de todos. Te veía caminar conmigo y estabas
triste, me parecía eso. Por lo que te había dicho tu tía. Por lo que pasaría,
que te irías de ahí y que la relación quedaría ahí.
No sabía que hacer y
solo hice lo que se me ocurrió al momento, “Vente conmigo”, te pedí que
confiaras en mi y te fueras conmigo. Al principio vi tu reacción, fue de no
querer, de sorpresa o no sé, no te he preguntado eso al día de hoy. Después de
platicar mucho, de que me dijeras algo, me dijiste que sí. Te tome de la mano y
te pedí que confiaras, yo te cuidaría y haría frente a lo que viniera. Y
confiaste.
Recuerdo verte
caminando a mi lado, yo estaba al pendiente de todo, de ti, de lo que pasaba
alrededor, te cuide en ese camino. Y casi justo a la hora en la que tenías que
llegar, ya estábamos en el metro rumbo a la casa de mis abuelos en Iztapalapa,
apagaste tu celular y seguiste a mi lado. Trate de sonar positivo, de apoyarte
y que supieras que no estabas sola. En varias ocasiones no quisiste continuar,
quisiste regresar y ver que pasaba. Me quede contigo y solo hasta que tu
quisiste continuar, me quede ahí. Tardamos mucho en llegar a Iztapalapa, entre
el metro, la combi y que me acercaba a la casa, te detenías de vez en cuando,
aún insegura por tu decisión. Al llegar de la mano contigo, todo se dio para
que mi mamá estuviera junto a mis hermanos, era la posada del barrio y estaban
todos ahí. Le dije lo que había pasado y que habíamos decidido juntarnos. Que
te había pedido venir conmigo. Fue hasta ese momento que conociste a mis
hermanos, a mi mamá. Te preguntaron varias cosas y a todo dijiste que sí, que
habías decidido esto y no era cuestión solo mía. Al ser menor de edad, había
muchos, muchos problemas. Digo que se junto todo, y justo ese día también,
estaba mi tío y mi primo Poli, él también me hablo como si fuera mi papá,
entendió y me dijo directamente, “Vamos al Ministerio Público, antes que se
haga más grande, por que es menor y te pueden meter al bote Jos”. Nos subimos a
su taxi, ángel, mi mamá, mi primo Eduardo, Poli, tu y yo. Yo me quede a tu lado
y tome tu mano. Esto no había más que empezar. Llegamos ahí y Poli se metió a
buscar con quien hablar, le expuso el caso y el fue muy claro, “Si tuviste
huevos como para robártela siendo menor, entonces ten huevos como para ir con
su familia y no levanten una demanda contra ti”. Así que prendiste tu celular,
te estaban marcando a cada rato y les dijiste que iría contigo y con mi familia
para hablar bien, que habías tomado una decisión y que solo era hablar entre
nosotros. Regresamos a la Morelos, a la casa de tu tía. Y ahí estaban tus
primos afuera de la vecindad, solo nos dejaron meter a mi mamá, a ti y a mí,
los demás se quedaron fuera. Al llegar estaba tu tía y tus primas, estaban tus
cosas en bolsas, y sin más dijiste lo que había pasado, que te irías conmigo.
Al día de hoy recuerdo todas esas bolsas en las que habían puesto las pocas
cosas que tenías tu ahí en esa casa. Ya tenían listo todo para ti para que te
fueras, quizás para cuando te fueras con tus papás o que te querían ya fuera de
ahí. No lo sé, esa respuesta aún no la se.
Y regresaste conmigo,
solo que ahora ya con tus cosas, tu ropa y lo que te habían puesto. Mi mamá
hablo conmigo y contigo, lo que se venía y lo que pasaría, el hablar con tus
papas y cosas así. Ellos se regresaron a mi casa y ella hablo con mis abuelos,
los puso al tanto y que ahora estarías conmigo. Nos prestaron el cuarto donde
me quedaba a dormir, en el segundo piso y ahí nos quedamos. Esa primera noche
los dos.
Fin de la primera parte.
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