Papá Goyito

Llegó cuando tuvo que llegar,...

17 de Abril del 2022, después de un largo tiempo vuelvo a recordar de a poco.

Había estado en cierto shock que me impedía acomodar todo en mi cabeza, tenía un bloqueo que no me permitía asimilar todo lo que había pasado. Hubo un momento que fue parteaguas para mi y mi familia. Estábamos con un ojo al gato y otro al garabato como dice el dicho, nos había tocado estar al tanto de mi madrina, pero no podíamos ocultar que allá en Iztapalapa pasaba algo también. No podíamos partirnos en dos, no era posible estar en dos lugares al mismo tiempo, físicamente imposible.

Teníamos la cabeza para lo que teníamos frente a nosotros, aún cuando era todo un caos y un vendaval de emociones, nos quedamos en primera línea y experimentamos la soledad de una muerte, velorio y cremación solos. Completamente solos.

Trataré de acomodar todo para darle un sentido a lo que escribo. Mi madrina se fue el 9 de Agosto, velamos su cuerpo todo el día y la cremación fue el 11 de Agosto, aquella tarde mi familia la había ido a acompañar en su último viaje. Llegaron como a las 4 de la tarde, yo me quedé a acomodar un poco la casa, cuidarla de lo que podría pasar con mi prima. No podíamos darnos el lujo de dejar desamparado todo. Traían la urna con las cenizas, la acomodaron en el lugar del ataúd sobre una mesa pequeña. Sin más se sentaron a comer, pollo que nos habían regalado. Recuerdo que fue con jitomate y chile. Platicamos un poco lo que había pasado y comenzaron a bañarse uno por uno. Yo lo haría hasta el día siguiente, no había muchas ganas de hacerlo en esos días.

Siendo cerca de las 7 de la tarde llamaron por teléfono, no se quien habrá sido pero supongo que fue algún hijo de mi padrino Roberto o Eduardo. Y llegó la noticia, mi papá Goyito se había ido. Había muerto.

Estábamos en el comedor y solo escuchaba a mi mamá en el teléfono, no pude pensar. No hasta el día de hoy. Solo me dijo "Ya falleció mi papá". Con el tiempo, al recordar ese día me comenta ella que tenía la cara en shock y ya lo creo que la tenía. No éramos capaces aún de afrontar un luto y llegaba otro más. 

Hacía años, cuando falleció mi tío Román, estaba sentado al lado de mi tío Ángel y el me comentó algo que ya he escrito con anterioridad por acá, "Sabes Jos, si llegará a pasar, el tener otro difunto dentro de la familia, sería la locura, la locura total...". Hasta hoy entiendo sus palabras y el por qué lo dijo. 

Comienzo desde muy atrás, lo más lejos que puedo llegar a recordar. Puedo recordar que al vivir aquí en Chimalhuacán venían en ocasiones las familias, tanto de mi papá como de mi mamá. Me llevaba un poco mejor con mis primos, por parte de mi papá, por que éramos de la misma edad, casi. Los demás eran mayores y no venían a jugar con alguien menor que ellos. En esas visitas venían mis abuelos también, venía mi Papá Goyo junto a mi Mamá Benita.

Recuerdo que cargaba a mi hermana y la sentaba en sus piernas, le hacía el clásico "tingo riringo ringo". Ella solo sonreía cuando lo hacía y yo me quedaba viéndolos a ambos. Había una cara conocida en la casa, alguien más. Siempre me gustaba que viniera el por que al ir a la tienda nos compraba algo, un danonino, galletas, yogurt, entre tantas cosas más. Destaco que en mi infancia esas cosas lo consideraba un lujo por que ir a la tienda a comprar solo lo podía hacer cuando me regalaban dinero, en estas ocasiones lo hacía mi padrino Bernardo. Por eso siempre procuraba que Abigail le pidiera algo y sabía que me traería algo a mi también. En la semana de navidad o año nuevo, venía a preparar su ensalada de betabel, que hacía comer a todos quisieran o no. Era fruta solamente, naranja, jícama, betabel y no se que tanto más, a mi me ponía a pelar cacahuates para echarles encima del plato cuando lo sirvieran. Así que estábamos mi hermana y yo limpiando cacahuates, comiendo de vez en cuando. Al principio comíamos cada que nos daba, pero con los años era siempre igual. Teníamos que arrimarle todo, lavar todo y tenerlo listo cuando nos lo pidiera. Ese hecho marcaría gran parte de mi infancia.

Íbamos de visita a su casa, siempre lo encontrábamos dormido en su cama. Esos domingos de visita estaba ahí, antes y después de comer. Se sentaba en su silla y de ahí nadie lo paraba, tenían que traerle todo. ¿Por qué? Simple y sencillo por que podía. Era muy machista, cuando mi mamá nos hacía levantar nuestro plato, lavarlo y acomodar todo, decía que era el trabajo para una mujer. Que igual mi mamá nos hacía hacerlo sin importar que dijeran. Empezamos a crecer y hacíamos mas quehacer en su casa, trapear, barrer, acomodar lo que estuviera fuera de su lugar. 

Había algo allá que nos hacía dormir también, cuando menos lo esperabas ya estaba alguien más acostado en su cama durmiendo y con el tiempo también me dormí ahí. Aunque su colchón era tan duro, había algo que te hacía quedarte dormido. Solo nos apagaban las luces y podías estar las horas que quisieras durmiendo ahí. Así fue desde mi infancia hasta mi adolescencia. Hasta aquella tarde en la que había que entrar a la Universidad y me quedé en su casa, mi tío Ángel me prestó una cama y me quede en la sala de su casa de mis abuelos. La rutina comenzaba temprano, a las 5:30 de la mañana, el tener mi mochila con alguna ropa, vestirme, cepillar mis dientes y salir caminando desde el callejón, hasta la avenida, Rojo Gómez. Me tardaba una hora ir caminando hasta la Unitec, allá en el Campus Sur. Llegaba temprano y me ahorraba un poco del pasaje. Llegaba sudado y me metía a clases, 6:40 a.m. más o menos. Salía y de regreso a su casa, las primeras veces me regresaba en microbús, con el tiempo empecé a caminar de regreso, exploré las calles, conocí a gente que vivía por esos rumbos, compraba algo para comer si podía. Una de mis comidas era comprarme una bolsa de Cheetos de lagrimita, costaba 10 pesos, solo caminaba de regreso comiendo con crema y salsa. Llegaba temprano y me dormía un poco, mi mamá Benita me cerraba la casa y me dejaba descansar. Mientras que ella se subía a coser o a hacer la comida. Mi Papa Goyo estaba arriba cosiendo. Pasaba una hora y me despertaba a hacer tarea, a arreglar mis cosas, platicar con ellos, hacer mi quehacer, comer y en ocasiones salir a jugar en el pasillo con Dulce, mi prima, la hija de mi tío Ángel. Mi abuelo salía a comprar pan para la cena, siempre me trajo una banderilla de mermelada, de piña. Al principio la comía por que me gustaba, con el tiempo como siempre fue el mismo pan, ya no quería comerlo, pero ni como decirle que me pudiera comprar otro. Si te lo dan y no te piden que les des, ¿Qué puedes decir?.

Venía a mi casa de vez en cuando, dejar la ropa sucia y llevarme algo más. Veía a mis hermanos más grandes y platicaba con mi mamá, aunque casi siempre me encerraba en mi cuarto, ponía música a todo volumen y solo me acostaba a escucharla. Así fueron algunos meses hasta que entre a clases por las noches, ahí tuve que traer más ropa y me dejaron un espacio en un mueble para acomodar todo. Entraba a las 6 de la tarde y salía a las 10 de la noche, incluido los sábados, que era desde las 7 de la mañana hasta las 11 o 12 en ocasiones. Ya de ahí regresaba ese mismo día a casa y el domingo me regresaba por la tarde a la casa de mis abuelos. Fue aproximadamente más de un año viviendo así. Mi tío iba por mi y llegaba como a las 11 de la noche, cenaba mi pan con canela y a dormirme de nuevo. Excepto cuando eran temporadas de exámenes, ahí me quedaba despierto hasta más tarde estudiando un poco. Me esperaban un poco pero luego terminaban durmiéndose.

A partir de aquí destaco que el siempre estaba sentado, pidiéndole a mi mamá Benita que le trajera algo, que necesitaba esto, que quería lo otro y ella lo hacía. Ya lo sabía y lo había visto, pero el vivirlo de cerca durante tanto tiempo empezó a cansarme, si hablaba con ellos, más con mi abuelita, de la escuela, de mi mamá, de mis hermanos, de los problemas que había en casa, aprovechábamos cuando el se subía a coser y ya cuando se oía su bastón dejábamos de hacerlo. Y nos poníamos a ver la televisión o hacer algo. Me regalaba una gelatina o un yogurt del mandando que habían traído de Aurrera. Continuaba con mis cosas o me salía a jugar con Dulce al pasillo. Como podía despertarme más tarde, el siempre se despertaba a las 7 - 8 de la mañana, aunque estuviéramos durmiendo siempre fue un "Bena, Benita, despiértate ya es tarde.." y nos despertaba a ambos quisiéramos o no, el se levantaba una hora más tarde y por la tarde se volvía a dormir. Empezó a cansarme y le comentaba a mi mamá de esto, era diario, diario.

Estaba cerca de terminar la Universidad y aunque llegara tarde cerca de la media noche, procuraba regresar a casa mejor. Me enojaba cada vez un poco más de como era el, quería tener la última palabra y todo tenía que hacerse como el lo dijera. Ya cuando comenzaba con su "Pásame esto por favor, arrímame esto por favor, por favor, por favor". Llegaba un momento que pensaba para mi, ¿No quieres que también lo haga?. Por eso cuando tuve la oportunidad y Pablo llevaba su carro, compañero de universidad, le dije que cuanto le daba de gasolina y me acercaba a mi casa. El vivía también en Chimalhuacán, me dejaba la calle llamada Pan Frío y de ahí caminaba a mi casa. No desaproveché esa oportunidad y me regrese a casa.

Me gradué y no encontraba trabajo, iba a entrevistas, dejaba solicitudes de trabajo pero por mi nula experiencia fui rechazado en todos los lugares. Hasta que empecé a trabajar con Ángel. Al principio me iba a las 7:00 am, y llegaba a las 9, con el tiempo empecé a irme más temprano y llegaba a las 7:00 am allá, gran diferencia ¿No?. Ese mundo me empezó a gustar, tenía dinero, conocía gente y podía hablar con gente que no fuera mi familia. Me pedía trabajar más días así que volví a regresar a vivir a la casa de mis abuelos. Una vez más, trabajaba toda la semana y descansaba los jueves. Los miércoles al terminar de acomodar el puesto y la fruta, volvía con mi mamá y mis hermanos. Ya el jueves en la tarde - noche, regresaba a Iztapalapa para estar temprano. Me llevó a comprar la mercancía a la central al principio, luego ya solo me iba más tarde y lo esperaba en la camioneta. 

En esos días podía traer mandado en ambas casas, bajita la mano me daban cosas y les daba a ellos, si me pedían un favor luego les pedía algo de mercancía a cambio. Sino también muy discretamente tomábamos lo que podíamos. Sabíamos que el dueño del puesto, el güero, robaba en otros lados también, así que decíamos, "ladrón que roba al ladrón". Por eso en mi escrito de mi tío, dije que aprendí cosas de las que no estaba nada orgulloso, pero el medio te hacía hacer ciertas cosas. No me eximo de mi culpa, al final robar es robar. Solo que siempre fue mercancía, le decía a mi Mamá Benita, ¿Qué le hace falta? Y lo que me pidiera se lo traía el día siguiente, limones, cebollas, jitomate, ajos, chiles, papa, chícharos. De la fruta se hacía cargo mi tío, yo solo podía comerme alguna que otra fruta, pero le llevaba su mandado a ella. Con el tiempo empecé a llevarle cosas a mi mamá también, hasta había ocasiones que de tanto que le traía lo daba a más personas también. Daba para todos y no reparaba si era mucho o poco, si era la forma de ayudar a mi familia y a alguien más. 

Aquí mi papá Goyo siempre me pedía limones, por su tos, se acababa los kilos muy rápido y con el clásico "Te encargo limones, es que ya no tengo, por favor". Y ya Josué le traía su bolsa llena de más. Se que no era lo correcto el hacerlo así, pero con el sueldo que tenía no me daría para comprar diario y cuando me pedían procuraba traerles en abundancia para que no les hiciera falta en un buen rato. 

Recuerdo que cuando fui lo suficientemente grande, el me encargaba ir a la tienda por sus cigarros Raleigh, a mi no me gustaba fumar y menos que fumaran frente a mi, pero si el te pedía ese "favor" tenías que ir si o si. 

Así fueron casi 3 años lo que duré trabajando en la Morelos, llevando cosas a ambas casas. Hablar con mi mamá Benita a escondidas de mi abuelo. El se llegaba a enojar y se desquitaba con ella, en muchas de esas peleas yo estuve ahí escuchando todo. Le decía a mi mamá, tenía que sacarlo con alguien por que si le llegabas a decir algo a el, era peor. Solo en ocasiones lo regañaban por ser así, por alejar a las personas de ellos. No aprendía y volvía a lo mismo. Por eso cuando podía, procuraba salirme de su casa, más los domingos que en teoría salía temprano de trabajar y me iba al jardín de Iztapalapa a caminar, comer algo y con el tiempo a ver el show de payasos que se pone ahí. Yo podía estar con ellos viendo películas, pero cuando mi abuelo empezaba a pedirme cosas, regañarme por tardarme en el baño, por apagar la televisión, por apagar la luz o no me dejaba hacer ejercicio. Me subía al tercer piso a estar sentado, ver el cielo, llamar a mi mamá, a gente que conocía para mandarles mensajes, hacer ejercicio o simplemente estar solo. En ciertas noches se subía Ángel a hablar conmigo y nos quedábamos hasta tarde platicando. Jugaba con el perro que tenían ahí y ya solo bajaba cuando sabía que el estaba dormido, me despedía de mi abuelita y me dormía hasta el día siguiente. Le decía a mi mamá, si me quedo es por ella, pero con mii abuelo es distinto, no lo tolero, me saca de mis casillas.

Terminó mi tiempo de trabajar y regresé a casa. Tardó mucho tiempo para que regresara, el estaba ahí siempre. Como podrás leer no tuve una relación cercana con el, lo evitaba cada que podía, quería decirle muchas cosas, pero siempre me contuve. Peleaba con mi hermano y yo no podía decir nada, mi mamá me decía que no dijera nada. Con el tiempo llegaba a visitarlos con menos frecuencia, ya estaba trabajando de maestro y no hay tanto día libre como pensaba. Cuando llegaba a ir y visitarlos, me recordaba todo. Mi espacio para dormir, las comidas, las cenas, las pláticas, esos panes para comer; pude haber estado un poco más de tiempo, pero choqué mucho con el. Había sido el tiempo de universidad, luego el tiempo de trabajar en la Morelos, había cansado mi paciencia. Si llegaba a ir lo hacía por mi mamá Benita, por ella lo hacía.

Al entrar a su casa me tomaba de la mano y se ponía a llorar, no me gustaba que hiciera eso, pero sé que se sentían solos. Aunque siempre las tome como lágrimas de cocodrilo y su conciencia quien hablaba por el, me sentaba a platicar con ellos. Me preguntaban por mi trabajo y todo estaba bien hasta que empezaba con "Pásame esto por favor..". Volvían los recuerdos a mi y lo hacía, se lo pasaba, pero procuraba hablar con mi mamá Benita a solas, mientras el caminaba con su andadera hacía el baño o se salía a mirar al pasillo a la gente.

Hoy que escribo esto tengo su olor en mi cabeza, las tantas veces que me acurruque en su cuerpo cuando me sentaba a su lado. La ropa que me regalaba cuando hacía algo para el, si llevarles comida, trapear, escombrar, era su forma de decirme gracias. De desprenderse de sus cosas poco a poco. Recuerdo las veces que Dulce me prestaba su máquina para cortar cabello y me pedía que lo rapara también, no le gustaba estar así, siempre usaba sombrero, pero también se ahorraba un poco de dinero en el estilista. En ocasiones bromeaba con el, el enojado solo me decía "pinche chamaco grosero, ya escuchaste Bena", se reía ella conmigo y le respondía que me dejara, solo estaba jugando. Era impulsivo, machista, pero aún así me dio un plato de comida, hoy se que no fue por el, sino por mi mamá Benita, pero lo hacía.

Estuvo presente en mi infancia, las veces que jugaba canicas conmigo y mi hermana, después de un tiempo no quería que jugara tanto por que el las rompía, si tenía pocas canicas y luego el me las rompía. De vez en cuando tengo el sonido de su andadera en mi mente, las veces que lo oía en el pasillo mientras que yo estaba acostado en sus sillones o en mi cama. Tengo las navidades que pasaban aquí en la casa, el prestarle mis gorros para su cabeza, para que estuviera caliente y no se fuera a enfermar. Cuando lo rape y el tocar su cabeza, su poco cabello que le quedaba, lo vi reír en muy contadas ocasiones, si reía pero no se reía como lo hacíamos nosotros, hasta cierto punto era algo amargado.

Uno de los recuerdos que tengo de el, fue que cuando llegaba de la universidad como a las 10 de la mañana más o menos, lo veía con su mesa de madera vendiendo sus carpetas, colchas o lo que fuera que pusiera en su mesa. Lo veía de lejos y me veía entrar a la casa, estaba con su café esperando a que alguien le comprara. Hoy esa mesa se pudrió la madera, no dio más. 

Sé que está bien, ya he podido soñar con el, lo vi caminando bien, ya no con su andadera o cojeando, lo vi hasta correr y lo hice a su lado. Hoy te recuerdo Papá Goyito, en las excursiones, en los viajes, allá en San Juan de los Lagos con la cajeta, en la estación San Pedro, en mi primera comunión, en los juegos que hacíamos de niño, en las pláticas, en las posadas de cada año, al ver fútbol y las luchas en la televisión, al ver el Exatlon y que platicáramos de que habían perdido los rojos, o los colorados como tu les decías. 

No pude ir a tu funeral, no pude despedirme de ti. Estaba bloqueado todo este tiempo, hasta esta semana que empezaron a llegar los recuerdos que tuvimos, hoy te lloro abuelo. Cuanto quisiera que sonara el teléfono y poder escuchar tu voz preguntándome como estoy, que si está mi mamá y que te la pasara. 

El me decía "Jusé", fueron contadas las ocasiones que me llamó por mi nombre. El me enseño a trabajar un poco, regularmente me mandaba al carajo por que no me salía o por los nervios me ponía a reír. Nos volveremos a ver en algún momento, fuiste el último que se fue de la familia. Mi madrina partió contigo y se fueron los dos casi de la mano, casi el mismo día. No imagino que habrás sentido al verla llegando contigo, aunque ya no en forma física, sino como te viste al irte de este mundo. Creo pensar que te dolió, pero te sentiste aliviado de que no te fueras solo, tenías miedo de morir. Estaba ella, un rostro familiar y se acompañarían ambos hacía donde se encuentra la familia. 

Gracias Papá Goyito por todo, por los corajes, por los enojos, por llevarme a la tienda y comprarme algo de ahí. Por que gracias a ti vi algo que no quería para mi, por que al verte fumar no quise hacerlo. Gracias a ti me voy abajo de la banqueta cada que puedo, recuerdo cuando podías caminar un poco mejor y expresaste algo como "¿Por qué tienen tantas subidas y bajadas las banquetas? me canso más". Hoy también me cansa estar subiendo y bajando, camino en la calle y me acuerdo de ti. 

Lo veré allá donde están ustedes, no se si tarde o temprano, pero espéreme allá que hay tanto que platicar y que ponernos al día con el Exatlon, hasta otro día abuelo. 

Te extraño Papá Goyito, te echo de menos.



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