Alcohólicos Anónimos

Buenas tardes compañeros, soy Josué y soy neurótico conocido.


Y así comenzó mi travesía en AA. Mi tío Ángel estaba dentro del grupo de cuarto y quinto paso llamado Renace. Cierto día mi mamá nos dijo que se iría por un fin de semana, que nos quedaríamos con mi papá y mi madrina. Que ella volvería y vaya que si volvió.

Recuerdo el domingo que regreso, mis hermanos y yo no sabíamos el por qué, pero cuando llegó se hincó frente nuestro y nos pidió perdón. Al momento si me saco de mi centro, de inmediato quisimos levantarla pero mi madrina nos dijo que no, que dejáramos que hablara. Entre lágrimas nos pidió perdón, nos recordó lo mucho que nos amaba. Seguía sin entender absolutamente nada. 

Con el paso de los días aumentó mi curiosidad, ¿Por qué llegó así?, ¿Qué había pasado allá?. Sin más le dije directo: "No sé que sea ese lugar, ni se que se haga allá, pero quiero ir por favor". Y sin más, un mes después de la experiencia de mi mamá estaba yo en platicas en el grupo. Había gente más grande que yo, más joven que yo. Por mi mismo sedentarismo y soledad no hablaba con nadie que no fueran mis compañeros de la escuela, amigos no tenía así que seguí hermético mientras oía a los compañeros compartir sus experiencias. 

Pensaba para mi mismo, yo no tomo, ni fumo y aún menos me he drogado, ¿Qué puedo estar haciendo aquí con esta gente?. Cuan equivocado estaba.

Reuniones en el AA.

Fui a cinco pláticas, accedieron a llevarme. Tenía 17 años y un viernes fue cuando mi mamá me acompañó a dejarme antes de partir a hacienda. Solo me dijo: "Sácalo todo, no te quedes con nada, si necesitas mentarme la madre hazlo, tu puedes". Si, más curiosidad aún. Ella nunca me había hablado así, aunque  podía sospechar que era lo que haría. Nunca imaginé lo que pasaría. Ella se aparto un momento, llegó justo casi cuando nos íbamos. Entendí más tarde el "Por qué". La mire a través de los vidrios de la camioneta y la dejé ahí.

Hacía frío, demasiado. ¿Hacienda? Solo una "casa", si es que se le puede llamar casa. Un espacio notablemente normal, tejas de cartón  cubiertos de lona. Al ser de noche no te das una idea de que es esa estructura, estaba todo oscuro. Por dentro solo una mesa, 6 sillas y varias velas que iluminaban la casa por dentro. Esa era la Hacienda. 

Sin más empezó el Padrino: "¿Creían que era una Hacienda de verdad? Si, yo también lo pensé, yo esperaba lujos, baño, comida, cuando realmente por dentro estaba peor que está casa..".

Estaba ahí sentado frente a los otros cinco. Hicieron la primer pregunta y escuchar dos horas de más testimonios, solo que estos eran diferentes. Hablando de sexualidad y que habían pasado ellos. Ya había recordado unas cosas, ahí recordé aún más. Cosas que había bloqueado en mi mente y solo escribí, escribí un largo rato. Llegó la segunda pregunta y de nuevo, cada vez los testimonios fueron subiendo más de tono, violaciones, relaciones, humillaciones, enfermedades. ¿Yo que hacía ahí con ellos?. A volver a escribir.

Tercera pregunta y ahí comenzó la labor del no dejarme dormir, no había dormido mucho una noche anterior. Tenía sueño y solo nos daban café o té para que no durmieras. Te despertaban los compañeros y solo te decían: "No te duermas compañero, escribe". A escribir las carencias familiares, hubo quienes tuvieron episodios semejantes, me vi reflejado en ellos. Recordé mi infancia. Cayó como balde de agua helada.

Cuarta pregunta, ya me había cargado emocionalmente. Nos dieron unas cartas y ahora había entendido por qué mi mamá se separó casi al partir, escribió algo rápido para mi. Había empezado a valer física y mentalmente, ahora me quebraban desde dentro, vinieron episodios a mi mente. Recordé mi infancia pobre. Lo seguía siendo pero no a tal extremo que en mi niñez. Solo tenía que conformarme con lo que me daban mis papás. Nunca se los reproche, pero veía a mis compañeros, a mis primos con sus juguetes nuevos, sus televisores, sus videojuegos. Una vez en Reyes me trajeron un carro de madera, la maestra nos dio permiso que lleváramos un juguete. Mi mamá dijo que podía llevarme ese. Me sentía mal, muchos de mis compañeros iban con zapatos nuevos, tenis, ropa, muñecos, pistolas, carros a control remoto. Solo lleve mi carrito. Lo escondí dentro de mis cosas. Hasta que un compañero lo encontró y empezó a jugar con el, me lo pidió prestado y accedí. Empecé a jugar con él, me sentía menos mal. Pensaba.

Y así llegó el día después, no dormir todo el viernes. Desayunar una torta de frijoles con mayonesa y té. Querer dormir aunque fuese un poco, no lo dejaban a nadie. Tener tanto frío y no poder hablar con nadie. Llegó la tarde.

El proceso era sencillo, nos pedían escribir la pregunta y antes que pudiéramos escribir algo empezaban a dar su testimonio caminando alrededor de nosotros. Solo escuchábamos y no hacíamos nada más. Nos ayudaban a recordar, a escarbar en lo más profundo, si tuviésemos un pasado semejante era más sencillo de vernos a nosotros mismos reflejados en ellos. Escuchar a tus papás, hermanos, pareja, hijos. Vi a varios de mis compañeros llorar en algunas ocasiones mientras oían a los que estaban en el Corral.
Al día de hoy recuerdo los rostros de los otros 5 que fueron conmigo. Más no sus nombres. Sé que fueron conmigo tiempo después en alguna que otra experiencia, pero no volví a saber de ellos, hasta el día de hoy. 

Llegó la quinta pregunta. Resentimiento.

Guiándome por la luz del día, diría que eran las 5 p.m., solo se quedó una persona a cuidarnos en la casa. Era raro para mí, más por qué en ningún momento nos dejaron solos, hasta para salir al baño nos acompañaban una o dos personas. Y sin avisar entraron casi todos a la casa, uno al lado del otro, había espacio suficiente para que estuvieran parados contra la pared todos, cerraron la "puerta", solo un pedazo de lona para cubrir ese espacio. Pasó la persona que nos dictaría la pregunta y sin decir agua va, comenzó a dictar la pregunta, sin darnos tiempo si quiera para terminar de escribir empezó a gritar: ¡Resentimiento...! Entre gritos empezó a contarnos su historial, todo lo que llevaba consigo mismo. Todo fue muy diferente.

Terminó su turno y el siguiente, sus voces se transformaron, las de los hombres se oían imponentes, no te daban chance de moverte, las de las mujeres eran lamentos tan agudos que dolía oírlas. Gritaban, maldecían a todos quienes les habían hecho daño en algún momento. No solo daño, a personas que los marcaron de por vida. Familia que abuso físicamente, padres que abandonaron, hijos que lastimaron. Y para terminar fue el Resentimiento contra ellos mismos, todo lo que hicieron y que también habían hecho daño. Sus voces se quebraban, se veían tan sensibles, tan humanos, tan basura y tan mierda.

Me hicieron recordar a mi abuela paterna, mi papá, a mi mismo. Fue como volver a la realidad y saber que no solo tenía que estar ahí, sino que contaba con un historial propio, que me tenían miedo por mis enojos y reacciones, por qué me hacía daño a mi propio cuerpo. Casi al finalizar el último compañero tocaron uno de los pocos hilos sensibles que aún tenía. Empecé a llorar, así lo hicieron los demás compañeros. Pidieron que cerráramos los ojos, me tomaron por el hombro y nos sacaron de la casa. Crearon un círculo con nosotros incluidos tomándonos de las manos en una llamada "Cadena de oración". Nos hincamos y seguí llorando. Alguien me tomó de la mano y se quedó conmigo. El llorar dolía, el recordar hacía que mi cabeza quisiera explotar. Empezaron a cantar alabanzas y eso fue lo que ayudó a calmarme un poco. Estaba lleno de tierra por el aire, no distinguía entre mis lágrimas, la tierra y los mocos que solo salían de mi nariz. Sentí alivió, un poco. Sentí que se soltaron de mi mano y alguien más me tomó. Tiempo después supe que mi tío Ángel fue conmigo a esa experiencia, en el grupo había una regla que un familiar directo no podía ir, el era indirecto y quería ir. Lo dejaron. 

Aunque estaban todos los compañeros afuera, cantando, aplaudiendo, estaba solo conmigo mismo. Era extraño ese sentimiento, no era soledad. Era reconocerme a mi mismo. Estar en paz conmigo mismo por primera vez desde hacia mucho tiempo.

Cadena de oración.

Comimos, caldo de pollo y más té. Fue poco pero se sentaron a hacerlo con nosotros, de las pocas veces que nos hablaron. Terminé de escribir casi todo, fueron 8 hojas completas si no mal recuerdo. Venía lo más fuerte, se sentía así. Era el momento de decidir. Esperaron a que anocheciera y pidieron que eligiéramos a un Padrino, elegí a Jessica como Madrina y a René "la Ranita" como mi oreja. 

Fuimos a un lugar apartado dentro de la Hacienda. Empezaron a leer mis escrituras y me preguntaron por cosas más específicas. Me desnudé frente a ellos, leyeron todo mi historial, sabían mis carencias, mis enojos, mi enfermedad. Era uno de los puntos más importantes, el reconocer ante Dios o como quisieran llamarlo y ante un ser humano todo lo que eras, todo lo que habías hecho. 

En algún otro escrito hablaré un poco acerca de que pasó, que fue lo que vi y como me ayudaron. Tal vez lo haga mientras que la memoria no me falle. 

Tardé como 4 horas si bien recuerdo. Solo puedo decir que termine muerto físicamente, mentalmente recordé cosas que había bloqueado; terminé todo mugroso, entre tierra, lágrimas, polveado y mi ropa aún peor. Pero espiritualmente estaba tranquilo, mi apariencia era lo de menos. Por dentro estaba calmado. Sentí una paz interior que hacía mucho no había experimentado, quizás desde mi niñez. Tuve un nuevo corazón, uno que no tenía miedo, que estaba sano, vislumbre una ventana en el cielo dentro de mi mente y alguien la abrió, le pedí un corazón y me lo regaló, lo lleve a mi pecho y latía fuertemente. Mis mejillas se sintieron calientes, estaba llorando pero era de alegría. Aún recuerdo esa sensación.

Al quemar mis hojas mi madrina me dijo que todo eso se había quedado ahí, que ese Josué se había quemado con mis escrituras. Que empezaba mi labor, que todo lo haría conscientemente y que tenía que dar lo mejor de mi.

A las 4:30 a.m. llegue con los demás compañeros que seguían despiertos. "Un bebé había nacido" dijeron cuando llegué. Solo me aplaudieron, algunos me abrazaron y me felicitaron. Dormí un poco y vi a mi tío por primera vez en Hacienda a la mañana siguiente. Solo tenía la necesidad llegar a casa y ver a mi mamá, a mis hermanos. Entendí el por qué mamá llegó y nos pidió perdón. Al llegar a casa me adornaron con hojas de Bienvenida, escribieron sus mejores deseos, me dieron unas flores blancas y un pastel. Entendí tanto, solo los abrace y me hinqué ante ellos. Añoré tanto ese momento, estaban ahí conmigo. Había salido todo bien.

Éramos mamá, mis hermanos y yo. Solamente nosotros. Dios estaba ahí y sigue estando.


"Hay que morir para vivir".

Comentarios

Entradas más populares de este blog

27/Mayo/21

Solo dos extraños

Ruth