Depresión

Julio - Septiembre 2019.


Hace más de un año caí en depresión. Todo se junto y no quise hacer algo para no caer. 

Me había quedado sin trabajo, no tenía dinero para mí gasto de la semana. No había para comer. Tenía deudas que pagar y aunque me presentaba a entrevistas todos me rechazaban con el argumento que estaba sobre calificado para un puesto base. ¿En qué momento fui tan bueno para no poder ser un simple empleado?.

Solo recordaba mi tiempo en la escuela, todo lo que estudie, lo que me esforcé en su momento para poder sacar buenas calificaciones. Las veces que los maestros me felicitaban por sacar dieces. ¿De qué me servían esos dieces? ¿Para qué sirvió todo ese tiempo? ¿En verdad era bueno o solo fue un espejismo de niñez? ¿De qué me servían todos los diplomas?. Me dieron diplomas por ser "Inteligente", tenía los mejores promedios, mi mamá se esforzó por qué fuera de los mejores, quizás algún día la vida misma me brindaría alguna oportunidad.

Mi primer diploma.

Miraba la película "En busca de la Felicidad" y estaba presente en mi mente el apodo de "Cabeza de 10 centavos". Era bueno con los números, tenía buena memoria, me esforzaba por hacer las cosas bien; pero de qué me servía si todos me rechazaban. Iba a entrevistas y regresaba peor que cuando me iba. Llegaba a casa, no hablaba con nadie. Me comencé a desesperar poco a poco.

Me acostaba en la cama, comenzaba a llorar por la desesperación, por mi frustración. Me sentía peor que basura. Lloraba y reclamaba a Dios. Me cansaba de llorar y me quedaba dormido. Me sentía tan solo, me miraba al espejo y mi rostro se transformaba. Me decía a mi mismo: "Tu puedes Josué, échale huevos". 

Fueron meses que parecían interminables, no veía el final del túnel. Deje de meditar, de hacer oración. Estaba enojado con todos pero principalmente conmigo. ¿No era lo suficientemente bueno para alguien? ¿Por qué había gente que se esforzó menos que yo y tenía algo mejor?.

Mandé tantas solicitudes que ya ni sabía de dónde me podían llamar. Era el mismo proceso todos los días, ir con pesimismo y regresar aún más frustrado.

Recuerdo el día que alcance a vislumbrar una pequeña luz. Me llamaron en la mañana, ese día estaba enojado para variar con todos. No dije a nadie que tenía una entrevista. Algo dentro de mi sabía que sería otro golpe más. Después de la llamada, que postergue la entrevista para el día siguiente a las 7:00 a.m., pensé muy dentro para mí, ¿Qué más puedo perder?. Volví a marcar y dije que si podría ser la entrevista esa misma tarde a las 2:00 p.m., a Dios gracias fueron flexibles conmigo. Quizás vieron algo en mi, solo quizás.

Me cambié, me arreglé en 20 minutos. Llegaría antes para saber dónde era, siempre puntual. Revisé el celular para ver dónde era, estaba lejos y tenía que ir en metro. Solo avise que tenía entrevista y me fui. 

Esperando la combi para encaminarme al metro pensé para mí, hice cuentas en mi mente. Era por muy poco dinero, era mucho el tiempo que me iba a tomar llegar todas las mañanas, una vez más el pesimismo estaba llegando a mi. Pensé en no ir, regresar a casa y decir que no llegue a tiempo. Caminar hasta Piedras y solo buscar algo más cercano, una vez más. Pero algo me aferró. Quizás por la espera, quizás el destino o alguien más allá arriba me hizo esperar. Llegó la combi y solo me subí. ¿Qué más podía perder?.

Parada La Cruz, Chimalhuacán.

Esperar afuera de la escuela, no la conocía. Solo espere para saber dónde era la entrada. Y al momento en que se abrió solo me metí y pregunté por el Licenciado para la entrevista. Espere un tiempo considerable. Llegó la entrevista. 

Todo sucedió normal, ya tenía suficiente experiencia en tantas entrevistas previas; se me dijo que planes había, que me ofrecían y que eran pocas horas. Apenas cubrirían mis gastos, no alcanzaría para nada más. Pero era trabajo. Después de 1 hora platicando y resolviendo mis dudas, tenía trabajo. Uno de mis sueños se había hecho realidad. Dar clases en una Universidad. 

De regreso a casa, ya en el Metro La Paz me hablaron por teléfono para saber dónde estaba, solo dije que ya estaba de regreso y que en casa les diría. Pasaron por mi mente muchos días, muchos recuerdos. Fue volver a experimentar todo, dar una mirada hacia atrás, cuando más oscuro estaba, la luz se vislumbró aún más. Era la señal que tanto pedía, que internamente me aferraba y no dejo caer.

Al llegar a casa solo lloré, lloré a más no poder. Recordé todos y cada uno de los momentos que pasé, todo lo que tuve que pasar para llegar a ese día. Fue un 10 de Septiembre. Recuerdo bien ese día por qué mi comida fueron tacos dorados sin carne pero que supieron tan bien, aunque fueran solo remojados en salsa. Fue volver a respirar de nuevo, volver a sentir. 

Dios es sabio y justo. El 11 de Septiembre estaba puntual a las 6:50 para comenzar esta nueva experiencia. Tenía miedo, aún lo sigo teniendo. Sólo me lance a dar lo mejor que tenía, lo mejor que podía hacer. Lo que había hecho tantas veces pero ya no eran solo niños, ya con futuros Licenciados. 

Al día de hoy al recordar ese lapso, sé que tuve una muerte espiritual, estaba vivo por inercia. La imagen que me mostró mi tío Ángel de una muerte espiritual vino a mi mente, cuando fuimos al AA me dijo que era como un pescado en venta; sabías, y el sabía, que seguía vivo por un corto tiempo, tenían los ojos abiertos pero ya no sentían, no dolía, no tenían vida. Así me sentía, justamente así. 

Solo me resta decir que tuve que vivir una experiencia así, no estuve preparado y muchas veces ha sido así. He sido aventado al ruedo sin pensarlo y aprender sobre la marcha. Solo eso, con o sin miedo pero aventándome. Dando el primer paso.

"Soporta el golpe y sigue avanzando; debes estar preparado para los golpes, soporta y sigue avanzando".


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