Ángel


Tío Ángel.

Recuerdo que eran casi las 10:00 p.m. y estabas sentado ahí esperándome sentado en la esquina junto a tu bicicleta. Estabas ahí y siempre estuviste.

Nuestra relación, durante mi infancia, nunca fue cercana. Fuerzo mi memoria para tener presente aquellos recuerdos muy lejanos, ir a visitar a mis abuelos y llegar a entrar a tu casa. Regularmente eran los domingos, estabas sentado en tu sillón y quedaban carnitas en tu mesa; eso para mí era mucho más que toda mi semana de comida en casa. Y así comenzó nuestra relación.

Pasaron los años y hablábamos esporádicamente. No fue sino hasta que entré a la Universidad que nos acercamos. Me fui a vivir con mis abuelos y dejé mi casa. Fue duró aquella despedida de mi mamá y mis hermanos. No sabía todo lo que estaba dejando y todo lo que significaba eso. Salía a las 10:00 p.m. y no podía llegar a casa, así que te pidieron de favor que me fueras a encontrar cerca del metro Atlalilco. 

Esquina cerca del Metro Atlalilco. De aquí todo recto se encuentra la casa de mis abuelos.

Mientras llegaba caminando o a veces en pesero te veía ahí sentado, esperando. Empezaron todas nuestras noches de plática. Si puedo ser totalmente sincero a veces me quedaba callado a propósito para no hablar y poder entrar temprano a casa de mis abuelos. Tenía tantas cosas en mi cabeza, que solo quería cenar y dormirme. Hubo ocasiones que me apresuraba a llegar para hacerlo. Pero las pláticas más profundas llegaron, me escuchaste como solo mamá podía hacerlo, como tantas veces quise que mi papá lo hiciera. 

Te vi de manera distinta una noche. Había tenido problemas en casa, en una de las veces que podía regresar por ropa y bañarme. Problemas en la escuela. Estaba triste y me escuchaste. Recuerdo que estábamos sentados fuera de la casa, a un lado tu bicicleta. Me había abierto contigo, al final lloré y me tomaste el cabello con tus manos acariciándome. Sólo me dijiste: "Échele huevos mi Jos, no se deje caer". 

Encontré paz en ese momento, tomaste tu bicicleta y solo dijiste: "Ya vamos a meternos, ya es noche y mañana hay que seguir chingándole". Te seguí hasta la casa, fui tras de ti. Tras de tus pasos.

Callejón hacia la casa de mis abuelos. Puerta negra hacia dentro. Frente al portón verde me la pasaba sentado por las tardes y algunas noches cuando viví ahí.

Terminé la Universidad y solo quería que estuvieras presente en la foto de generación. Y al final la vida me dio lo que tanto quería. Estaba mi mamá, mis hermanos, Poli y tu tío. En uno de los momentos más importantes de mi vida estuvieron. 


Regresé a casa después de un año y medio, ya titulado siendo Ingeniero. Después de un tiempo que ninguna puerta se me abrió hablaste con mi mamá, trabajaría contigo. Era irme a las 7:00 a.m. para llegar contigo a las 9:00 a.m., ese primer domingo que fui contigo lo llevó en mi memoria. Usar mi cabeza que en ese momento estaba lleno de programas, ecuaciones, lógica para usar una báscula, aprender precios y cargar cajas. Mi orgullo de universitario quedó atrás. 

Te veía de reojo como hablabas con todas las personas que nos rodeaban, eras respetado y yo solo era "el sobrino del moreno". Ni mi nombre sabían en ese momento. Terminamos casi a las 4:00 p.m., estaba cansado, sudado y me dolía mi cuerpo. Me diste algunas cosas para llevar a casa, un poco de fruta y compraste verdura para mi mamá. Me pagaste $200 y me diste para mí pasaje de regreso. 

Ese día le di a mi mamá mi primer gasto y me quedé sin nada. Corrección, me quedé con demasiado. Mi dolor de manos por cargar las cajas, mi cansancio, mi ropa sucia. Pero ese pollo rostizado que compraste para la comida fue la gloria. Tenía las manos sucias pero era tanta el hambre que poco me importo la higiene o el que me vieran hambriento. Sólo comí contigo y platicamos mientras lo hacíamos.

Al siguiente fin de semana fui de nuevo, otro domingo de trabajo. Misma situación y mismo andar. Fui cada fin de semana, empecé a ir más días, me cansaba pero me gustaba ir, ver gente que en mi vida podía llegar a conocer. Escuchábamos a Los Bukis mientras trabajamos, en los momentos de tranquilidad podíamos seguir platicando. Hablamos de tantas cosas, solo quería aprender y escuchar lo que me dijeras. Tu fe, tus creencias.

Puesto "El Moreno", casi 3 años trabajando aquí.

Pollería dónde guardamos toda la mercancía y el puesto desarmado. Aquí me llegaba a dormir.

Regresábamos a casa de mis abuelos en taxi, solo fueron dos ocasiones ya después volvimos en metro. Me enseñaste el camino y me empezabas a dejar solo. Sabía cargar, vender, acomodar y regresarme a casa solo. Suena poco pero el ambiente que me rodeaba lo hacía sumamente difícil. Crecer en ese entorno y con tantos males que nos rodeaban. Solo lo hice y no pregunté por qué, lo hice y punto. No había por qué poner excusas o pedir explicaciones.

Y ahí estaba un Ingeniero trabajando para ti, contigo. Llegué al punto de regresar a vivir con mis abuelos para trabajar toda la semana contigo. Sólo descansaba los jueves, me iba el miércoles por la tarde a casa y regresaba el jueves por la noche con ellos para estar listo el viernes a las 5:00 a.m. para ir a la central a comprar todo contigo. Aprendí muchas cosas por las malas, por las muy malas. 

Pasé a ser tu cargador, pedirle chance al "güero", el diablero, que me dejara llevar su diablo. Tú solo me decías: "Te vas a caer o se te van a ir los huevos pa'bajo". Pero quería ayudarte más, ser más útil para ti y de paso aprender más. No sólo era tu chalán, ya era tu perro de carga. Todo fue por qué un día "el Nazi" me vio empujando una caja de manzanas, que a lo mucho pesaba 20 kilos y enojado me dijo: "Deja de hacerte pendejo y carga pesado". Me caló y empecé a cargar cajas como se debía.

Empezaste a mandarme a mandados lejos con cajas encima, llevando el diablo cargado para dejar "encargos". Los dedos terminaban entumidos pero no me importaba, era un poco más útil y si mi cuerpo podía, lo haría sin dudar.

7:00 a.m. terminando de cargar, acomodar. Diario tenía las manos así, peor cuando hacia frio o llovía y tenía que trabajar aún así.

Hablaba con mamá de mis experiencias, de las pláticas que teníamos. Una vez le dije que mi papá no lo veía así, que te veía a ti, tío Ángel, como mi verdadero padre. Renegué tanto tiempo de mi verdadero padre que no me importaba. Seguí trabajando y me jalaste para empezar a trabajar en más formas. Fui contigo para trabajar de albañil, panadero, recogedor, fletero, cargador, vendedor, pintor y tantos empleos más que apenas recuerdo. Y por las malas aprendí a hacer cosas de las que no me siento orgulloso de reconocer; mentir, robar, meter billetes falsos, pelear, drogas, alcohol, mujeres, armas y demás, fue por el medio y por un dicho, que al día de hoy lo he escuchando en algunas ocasiones: "De que lloren en su casa, a qué lloren en la mía, mejor que lloren en la suya". 

Fueron casi 3 años, la relación se fue deteriorando. Empezaba a comprar mis cosas y solo decías: "esa computadora es marca Moreno,... esos tenis son marca moreno,... esa ropa es marca moreno, ¿Verdad?". Por dentro pensaba que era obvio, trabajaba hasta de más para poder pagarla, empecé a no desayunar y no comer para ahorrarme ese dinero y poder tener un poco más. Llevaba mi comida aparte para comer más sano, no siempre podía ser pollo rostizado, huesos o pan, comer a la hora que te daba hambre o lo que quisieras. Empecé a cuidarme, comer bien y entrenar. Veía en ti una imagen que no quería para mí, te gustaba estar gordo, comer lo que quisieras, tomar refresco, fumar a más no poder. Pero también te veía tomar pastillas para el dolor, no poder caminar, tu rodilla que no te dejaba, tu diabetes, tu presión alta, tu colesterol. No quería eso para mí, no lo iba a permitir. Estaba rompiendo cadenas dañinas con no tomar, tampoco quería estar atado a un futuro así. Quisiste desarrollar tu don y solo te deje ir. No me atraía eso aún, no era mi momento. Y al final fuiste con los santeros, te distanciaste aún más. Poner ofrendas, ir a comer con ellos. Fue tu decisión y yo solo continué con lo mío. Empecé a buscar trabajo por otros lados, no me daban la oportunidad, ya quería salirme de ese mundo de la Morelos. 

Terminaba temprano y dejaba a Rubén. Varias veces te llevabas todo el dinero y lo poco o casi nada que dejabas no alcanzaba para pagarme. Tenía que esperar más tiempo para poder sacar mi pago. Empecé a cansarme de eso. Tu estabas en casa ya descansando y yo aún tenía que trabajar aún más, cuando empezábamos casi a la par y empezaste a delegarme más responsabilidades a mí. Llegaba el domingo por la tarde y me salía de casa, no por mis abuelos sino que no quería estar contigo, convivir por tanto tiempo 24 horas seguidas, ya no sabía que era trabajo, que era favor o que era que hiciera todo por ti. ¿Por qué no se lo pedías a tus hijos?. Yo lo hacía y no me importaba, pero veía a tus hijos descansando en sus cuartos y yo trabajando o haciendo favores para ti. No lo vi justo. Echaba de menos a mí familia, les dejaba dinero para la semana de gasto pero dejé de convivir con ellos. Tenían dinero y cosas, pero me había convertido en mi papá. Sólo trabajar, solo eso.

Que no salían tus gastos, te endrogabas cada día más, yo solo cargaba y vendía lo más que podía, pero seamos sinceros, ya no quería estar más ahí. Mi tiempo había terminado. Y llegó el día. Yo terminaba temprano y a las 2-3 p.m. regresaba a casa, volví a mi hogar diario ya. Llegaba a las 5 p.m. y llamaste una tarde avisando que había dejado el puesto temprano, solo avisando por si ya me había ido a otro lugar. Lo supe, te habías ido temprano a propósito y volviste para corroborar lo que los chismes te decían, que me iba temprano, pensaste que quizás me iba a otro lado. Nunca fue así, siempre fui directo a casa y mamá lo sabía. No tenía por qué mentir. Ella solo contesto y cuando llegué me avisó que habías hablado, el tiempo de traslado me dio la razón, llegue directo y no como tu quisiste darle pensar a ella. 

Hablaste una vez más por la tarde, le dijiste a mi mamá que ya no fuera el siguiente día, que ahí quedara. Sólo mi mamá asentó y me lo dijo. Te odie por no tener los huevos suficientes para decírmelo a mi, aunque fuera por teléfono. Decías que no tenías miedo de nadie, que te peleaste tantas veces y que decías todo de frente. Te guarde tanto rencor que solo fui a mi cuarto que lloré de resentimiento por ti, no fuiste capaz de terminarlo directamente conmigo. Me decía: "Solo es un puto trabajo, solo es un pinche miedoso, no es mi familia, no es nada mío". 

Nos distanciamos tanto tiempo. Estaba sin trabajo, solo con el poco dinero que pude ahorrar y con un resentimiento profundo hacia ti. No tenía nada y así estuve por un tiempo hasta que encontré algo. Llegabas a llamar y en ocasiones contestaba yo, reconocíamos ambos la voz del otro y solo decías: "¿Está tu mamá?", solo decía No y te colgaba. No quería saber nada de ti. Detestaba tu sola presencia. 

Cierta vez, por el cumpleaños de mis abuelos, nos reunimos toda la familia y ahí estábamos, en polos totalmente opuestos. Fue la última vez que estuvimos juntos. Fueron años, varios años después en los que volvimos a coincidir. Quizás me fui ablandando y tú también, fui de visita con mis abuelos y tú llegaste, nos saludamos y solo hablamos lo más indispensable. No más. 

La última vez que te vi fue hace un año, en la posada del 2019. Hablamos un poco más, te pregunté por el puesto y solo me dijiste: "ahí va", hablamos un poco de como estaba todo y me contaste algunos chismes. Hablabas más con mi hija, no sé hasta qué punto queriendo explorarla por si había nacido con un don o por el simple hecho de ver en ella algo más o solamente por el hecho de ser una niña y veías reflejado a tu hija en ella. Nunca lo sabré, no volvimos a hablar acerca de eso y acerca de nada más. 

XV años de mi hermana, bailando con el imitador de Juan Gabriel.


Fue una mañana cerca del medio día en que mamá recibió una llamada y le dijeron que habías muerto. Sentí dolor en mi pecho y mis piernas perdieron fuerza. En medio de esta pandemia y estabas muerto. No fui a tu velorio ni entierro, quedé mal con tu familia y al día de hoy seguimos igual, realmente a mí no me importan ellos; así que me da absolutamente igual lo que piensen de mi. Sólo desde casa te lloré, te pedí perdón y te perdone. No sería lo mismo pero era mejor eso que ir y salir peleado o que pasara algo más. 

Volví a escuchar a Los Bukis, los tuve tanto tiempo bloqueados. Ayer 19 Diciembre fui a casa de mis abuelos otra vez. No fue lo mismo, mi abuelita no supera tu muerte, pude hablar con ella y supe tus últimas palabras: "orta vengo, voy al doctor, no me tardo". Te llevaron en silla de ruedas, no podías caminar. Tu última comida fue caldo de pollo. Sólo era tu dolor, te pegabas en tu mano. No te atendió el doctor, fueron aproximadamente 300 pasos hacia el consultorio. De regreso habías muerto. Tu mandíbula estaba abierta, tu hijo solo te acomodó bien en la silla de ruedas y te trajo de regreso muerto. Llegaste a casa y estabas frío, te habías ido. No te vi en tu ataúd, fue muy sencillo, hasta con peluche; como tu siempre lo pediste. "Cuando me muera Jos, quiero la caja más sencilla y que mis sobrinos me saquen de la casa, ya oíste cabron". No te cargué por última vez. No hubo mariachis, solo un triciclo con una bocina, te fuiste lo más humilde y escuchando a tus Bukis.

Hoy solo te recuerdo, me quedo callado forzando a mi memoria para escuchar tu voz, una de las tantas pláticas que tuvimos. Hoy te lloro y escucho tu risa en mi cabeza, las pocas veces que te hacía reír y solo me decías: "pinche Jos". 

Te vi como mi padre, la figura paterna que siempre quise tener en casa. El que se partía la madre por mi y me aventaría por el. Me enseñaste tanto y no te lo pude agradecer. No era tan abierto como lo soy ahora. Estuviste en momentos precisos en mi corta vida y eso lo llevo siempre conmigo. Me quedo con todo lo bueno y los momentos felices que vivimos.

Aquellas tardes en las que comíamos una torta de queso de puerco, estábamos cansados y solo queríamos dormir; pero ahí estábamos, sudados, mugrosos... pero comiendo juntos, como padre e hijo. Ahí estábamos, tío y sobrino. 

Por ti tío Ángel, eso fuiste para mí. Un Ángel. Hace poco soñé contigo y sé que estás bien, con tu hija, tus hermanos y con toda la familia que se ha ido. Te vi sonriendo, te vi alegre. Algún día estaré contigo y seguiremos platicando. 

Si pudiera pedir algo antes de morir, aunque fuera muy pequeño sería que cuando muera y vaya hacia la luz, seas tú quien me esperes, que vayas con tu bicicleta y vayamos con toda la familia. Hacia un nuevo rumbo. Hacia un nuevo mañana.

Sé que me ves desde donde estás, estás con tu pequeña Elizabeth. Escucho tu voz en mi mente y algunas pláticas que tuvimos. Solo te recuerdo y te extraño mucho. A ti Tío Ángel.

Ángel Jiménez, "El Oso".

"Échele huevos mi Jos, tu puedes cabrón..."

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